Cuando las cosas no van bien, cuando tienes conciencia de que debes darle frescura a tus ideas. Templar los nervios. Si estás pasando por un momento que te hace sufrir, o cuando es doloroso afrontar las adversidades. Necesitas un oasis. Un lugar tranquilo... un refugio antes de seguir cuesta arriba la escalada.
Si no sabes cómo y con quién hablar. Necesitas que no te juzguen, y que la persona que está allí sea tu aliado incondicional -porque necesitamos al otro, éste nos permite llegar a la esencia de lo que somos en realidad, nos da nuestra justa medida-.
En ese lugar, es necesario que no pongan en duda lo que sientes, ¡por qué lo sientes! Que cuando algo te duele, ¡te duele!, que si tienes envidia, no es envidia sana, ni insana, ¡es envidia! Que si se ha ido, y no volverá, no existen palabras para explicarlo. Que le quieres, y no se lo dijiste, ¡y sufres!
Porque el entendimiento racional, el intelectualizar lo que nos pasa, no siempre sirve. A veces necesitamos entender lo que nos emociona. El cariño y la ternura que un día se fue de tu vida por arte de magia, a veces, lo necesitas en tu vida. El lenguaje sublime con el que te hablan tus emociones, la razón no encuentra palabras precisas para entenderlas.
Una palabra amiga, pero no de un amigo. Sino de alguien que se cultiva para ser tu espejo. Espejo que refleja tu mirada, que muestra tu rostro, que te devuelve la mueca expresiva de tu ánimo. Que dice la verdad, cómo y cuándo hay que decirla.
Entras en ese espacio sereno, en ese lugar paradigmático y puedes ser tú. Puedes ensayar a ser lo que dejaste de ser, hace mucho tiempo. Tanto, que allí puedes volver a recordarlo y sentirte un poco mejor. Para volver a la realidad repuesto/a. Preparado/a.
Para qué mentirte, en ese lugar de remanso también se grita, se oyen tus insultos y se dicen cosas que jamás deberías haber dicho en otro lugar. Pero allí están en buen recaudo. En ese lugar lo políticamente correcto se queda fuera.
Otras veces, llegan personas que no parecen tener necesidad de profundizar tanto. Llegan unas semanas y pueden seguir viviendo con "normalidad". Afortunados.
Luego sales, dejas atrás ese espacio que ocupará otra persona y transformará en un lugar de apertura para la salud y el bienestar. Ése que habla como un amigo verdadero, pero jamás podrá serlo, se convierte de nuevo en un oyente. En pura atención y entrega. ¡En fraternidad!
Todo sucede entre personas, sin más artilugios. Sucede, y la huella queda. Se incorpora en ti un nuevo saber, una nueva perspectiva de ti mismo. Sabes que estará allí cuando lo necesites. Que puedes contar con él. Le diste la oportunidad de escuchar la sinceridad de un ser humano, que es la definición de la sabiduría.
Esto amigos, es la psicoterapia.
Un saludo.
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